Porque lo público es diverso, como lo es la ciudadanía

«Reimaginar, recrear, restaurar». Día Mundial del Medio Ambiente, 5 de junio

Bosque

En este último año nos hemos hecho más conscientes del significado de la palabra interdependencia, tanto por la expansión del virus COVID-19 a nivel global como por la elaboración de las vacunas, y hemos podido comprobar el grado de interconexión existente entre las personas y los seres vivos a escala planetaria.

El próximo 5 de junio es el Día Mundial del Medio Ambiente y en este Posiciona-T queremos plantear algunas reflexiones que nos puedan ayudar a las personas que trabajamos en los servicios públicos a pensar en estrategias para desarrollar un presente y futuro en condiciones dignas para todas las personas y para el planeta.

Una mirada a nuestra realidad desde la ecología

La OMS y el Banco Mundial, en septiembre de 2019, publicaron el informe “Un mundo en peligro. Informe anual sobre preparación mundial para las emergencias sanitarias”. En él se señalaba que el planeta debía prepararse para hacer frente a una inminente pandemia provocada por un patógeno respiratorio que podría matar a millones de personas y perturbar profundamente la economía mundial. A pesar de las advertencias, los estados no fortalecieron los servicios públicos encargados de atender estas emergencias, ni se dotó de más recursos al sistema de salud público, formado por magníficas profesionales pero dañado por los recortes de las últimas décadas.

Pocos meses más tarde fuimos testigos del desarrollo de la pandemia de la COVID-19 que nos demostró lo desastrosas que pueden ser las consecuencias de la pérdida de ecosistemas. Al reducir el área de hábitat natural para los animales, hemos creado las condiciones ideales para que los patógenos, incluidos los coronavirus, se propaguen.

Son muchas las investigaciones que se han realizado, desde organismos internacionales y universidades, para tratar de explicar lo que ha sucedido. En ese intento de comprender las causas nos parece importante recuperar, las palabras de María Neira que explican cómo los virus del SARS, ébola o el VIH/sida han saltado de los animales a los humanos como consecuencia de la destrucción de selvas y bosques tropicales. Ella, desde dirección de Salud Pública y Medio Ambiente de la Organización Mundial de la Salud (OMS), intenta hacernos entender la relación entre el desarrollo de los virus y las presiones del ser humano al medio ambiente.

Los estudios alertan que la manera en que usamos la tierra, la expansión e intensificación de la agricultura, así como el comercio, la producción y los actuales niveles de consumo, alteran la naturaleza y aumentan el contacto entre la vida silvestre, el ganado, los patógenos y las personas de modo que han causado por un lado la pérdida de biodiversidad y, por otro, enfermedades emergentes, incluidos el del virus SARS y el Covid-19.

Más del 70% de los últimos brotes de enfermedades infecciosas tienen que ver con el salto de una enfermedad zoonótica al humano, al producirse la rotura de la barrera persona/animal por la alteración de las condiciones ambientales. Los ecosistemas nos dan de comer, de beber y nos permiten respirar y ello nos exige recuperar una correcta relación con el medio ambiente, donde dejemos de destruir, contaminar y de eliminar la biodiversidad.

Las y los expertos coinciden en que “escapar de las pandemias es posible”, pero requiere un cambio radical para situar el foco de atención en la prevención y no sólo esperar a que lleguen las vacunas. En este largo año hemos comprobado que los actuales modos de vida tienen consecuencias graves sobre la salud de las personas y el planeta y ante esta realidad necesitamos realizar un replanteamiento colectivo. 

Ante este gran desafío, Naciones Unidas en Día Mundial del Medio Ambiente se centra en la restauración de ecosistemas con el lema «Reimagina, recrea, restaura«. Restaurar los ecosistemas significa prevenir, detener y revertir el daño realizado hasta el momento, pasar de explotar la naturaleza a curarla. Para ello, y precisamente en ese día, arrancará el Decenio de las Naciones Unidas sobre la Restauración de Ecosistemas (2021-2030). Con ecosistemas saludables podemos mejorar los medios de vida de las personas.

Feminismo para organizar los modos de vida

En ese interés por mejorar las vidas de las personas además de esa mirada ecologista para la organización de la vida, necesitamos tener presente las consecuencias que tiene para mujeres y hombres nuestros modos de vida.

En la actualidad, el mercado sigue constituyendo el centro de nuestra sociedad y seguimos hablando sobre economía en base a conceptos que son definidos a partir de él. Hablamos de empleo, producción, de riqueza en términos monetarios o de niveles de consumo y no reparamos que toda esa actividad económica sólo es posible gracias a los bienes y servicios que presta el planeta que son limitados y en progresivo deterioro y gracias también a los trabajos de cuidados, realizados fundamentalmente por las mujeres, a las que se delega la responsabilidad de la reproducción social.

Sin embargo, en esta crisis sanitaria, junto a la importancia del cuidado de los ecosistemas, nos ha confirmado la esencialidad de los trabajos de cuidados que posibilitan la reproducción de la sociedad.

La pandemia nos ha ayudado a reconocer el papel clave para la vida que juegan los servicios públicos de salud y de otros sectores profesionales de los cuidados. Los sectores que han puesto el cuerpo en la primera línea están altamente feminizados. La brecha de género se ha agrandado en los últimos meses. Varias investigaciones apuntan a que el tiempo dedicado por las mujeres a las tareas de cuidado durante el confinamiento ha aumentado, lo que ha impactado en su salud mental, especialmente de las mujeres con hijos, al tiempo que las trabajadoras de sectores en primera línea de atención a la pandemia tienen empleos cada vez más precarios y vulnerables.

El Instituto de la Mujer, elaboró el informe La perspectiva de género, esencial en la respuesta a la COVID-19 donde destacaba la importancia de prestar especial atención el impacto de género en las consecuencias económicas y sociales para no agravar las desigualdades. La asignación del rol de cuidadora a las mujeres las posiciona en la primera línea de respuesta a la enfermedad. De modo que para poder llegar a una sociedad sostenible e igualitaria, hace falta cuestionar ese papel prioritario que otorgamos al mercado y desplazarlo para poner la sostenibilidad de la vida, tanto de las personas como del planeta, en el centro de nuestro análisis de la realidad.

Para una reorganización justa que ponga la sostenibilidad de la vida en el centro, tanto de las personas como del planeta, se necesita visibilizar la importancia de los trabajos de cuidados, reconocer social y económicamente la contribución que suponen al desarrollo de la sociedad y repartir equitativamente estos trabajos entre mujeres y hombres. La sociedad que queremos debe ser responsable con el planeta o y corresponsable entre mujeres y hombres en su producción y reproducción.

Fortalecer los servicios públicos para garantizar iguales oportunidades

En nuestro análisis que busca diseñar respuestas, además de tener presente una mirada verde y violeta, necesitamos no perder de vista las condiciones materiales en las que vivimos la población. Por poner algunos ejemplos a tener en cuenta: la vivienda y sus características han sido claves para afrontar el confinamiento, el acceso a ordenadores y equipos electrónicos han sido esenciales en la educación a distancia en el actual o pasado curso escolar o los servicios sociosanitarios de atención a personas mayores han supuesto grandes diferencias para poder afrontar el virus.

La salud de las personas depende en gran medida de factores como la clase social, la etnia, el género, el trabajo, el nivel educativo, la vivienda, el barrio en el que se vive, así como las políticas macroeconómicas, sociales, educativas, en materia de empleo y en menor medida de los factores biológicos. Las investigaciones sobre determinantes sociales de la salud concluyen que, las clases sociales más privilegiadas cuentan con mejor salud que las más desfavorecidas. Esto nos debe hacer tener como prioridad que acabar con la desigualdad y fomentar la cohesión social debe ser de los principales obstáculos que hay que solventar para superar las crisis. 

Esta pandemia ha revelado el importante papel que juegan las instituciones públicas y, en particular, el Estado y como debe contar con los recursos necesarios. Es fundamental contar con inversión necesaria para que cumpla con su responsabilidad de garantizar las suficientes infraestructuras y servicios públicos de calidad en los ámbitos de la salud, la investigación, la educación y los cuidados. 

En España, los servicios públicos han tenido en las últimas décadas un papel determinante en la movilidad social de amplios sectores de la población. Sin embargo, en los últimos tiempos estudios e informes publicados por ONGs y organismos internacionales señalan que este ascensor social tiene limitaciones. Es importante mencionar que en los servicios públicos se están produciendo situaciones de discriminación, y los mecanismos que provocan esta discriminación tienen que ver, de forma muy significativa, con la concepción de la diversidad presente.

En consecuencia se hacen necesarios unos servicios públicos inclusivos, esto quiere decir, que es necesario que en el diseño de las políticas públicas se tenga en cuenta que las características socio-económicas, culturales, étnicas o las diferentes capacidades ya que son determinantes para hacer efectivo el principio de igualdad de oportunidades que pretenden.
Con ecosistemas más sanos, con un tejido social más cohesionado, con una diversidad social reconocida y bien gestionada, donde se reparta de manera justa la producción y la reproducción, estaremos en mejores condiciones de afrontar amenazas como la de la COVID19.

Para superar las pandemias necesitamos: reimaginar, recrear, restaurar desde la ecología, feminismo, antirracismo para unos servicios públicos de calidad, solidaridad y más democracia.